miércoles, 4 de abril de 2012

CLAUDIA LARS (1899-1974) SALVADOREÑA

© Claudia Lars / Margarita del Carmen Brannon Vega (Carmen Margarita Brannon Vega; Armenia, 1899 - San Salvador, 1974) Poetisa salvadoreña, una de las voces más sobresalientes de la lírica centroamericana del siglo XX. 
(El Salvador - 1899/1974)
Retrato
Ternura móvil que enraizó a mi lado,
niño grande sin nombre y sin alero;
huésped del sueño en cuerpo verdadero,
oscuro corazón iluminado.
Pago del día, saldo del pasado,
dulce heridor y hábil curandero;
mina de venas rotas y venero
que sin reserva da lo que he buscado.
Su silencio tan largo tiene ahora
pájaros irisados y despiertos
bajo una luz madura y vencedora.
De cenizas llegó su forma alzada,
y en rumbos de la sangre su llamada
devuelve la palabra de los muertos.
Rosa
Color redondo, carne dulce y fina,
abierto corazón de primavera;
llama fugaz en tierra pajarera,
columna de evidencia matutina.
Goce de abril, inútil bailarina
de la sangre y la luz en la frontera,
comunicada con la vida entera
por el silencio amargo de la espina.
Externa y pura, mas del lodo alzada.
En el cristal cautiva y condenada
sin alarde se dobla o se refleja.
Basura de agonía cuando acabe...
¡Y mi lengua extraviada que no sabe
el idioma del duende y de la abeja!
Sangre
Para Alberto Guerra Trigueros
Zumo de angustias, leche milagrosa,
raíz inaccesible, árbol salado.
¡Qué temblor en el túnel anegado!
¡Qué llama y nieve en subterránea rosa!
Escala de contactos, misteriosa
razón del sueño, el miedo y el pecado.
Silencio a todo grito encadenado
y tapiada presencia dolorosa.
De los muertos nos llegas... ¡muerte andando!
Substancia inevitable, gravitando
en la masa despierta de la vida.
Mi cuerpo de mujer te alza en el hombre,
te suelta en la aventura de su nombre
y te derrama por interna herida.
Sueño
Fui por el aire, tras la luz caída,
pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.
Una paloma leve y abstraída
buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.
Derribadas murallas, botadura
de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas .
A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,
y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.

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